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- Activatuconsciencia.com
- 9 dic
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Actualizado: hace 3 horas
Lo que no te dicen sobre el cambio
En las estanterías rebosan libros de autoayuda. Abundan las terapias exprés. Se multiplican las fórmulas “infalibles” que prometen éxito, felicidad y dinero casi automáticamente.
Pero, sé honesto contigo mismo:
¿cuántas has probado y cuántas te han funcionado de verdad?
La industria del bienestar —y sí, esta web forma parte del mismo ecosistema— suele omitir una verdad incómoda: lo que no se vende rápido, no se cuenta. En una época adicta a lo inmediato, cualquier proceso que no prometa resultados en 48 horas queda relegado al olvido. Y, claro, quien quiere lucrarse del malestar ajeno evita hablar del recorrido real.
Muestran la meta, nunca el camino.
Pero aquí va la realidad que casi nadie menciona:
El cambio, el de verdad, no es fácil.
Crecemos con dolor. Literalmente. En la adolescencia nos estiramos tan rápido que a veces duelen las piernas, la espalda, los huesos que se alargan. El cuerpo se expande y, en ese proceso, duele. Crecer duele. Siempre ha sido así.
Y si miras hacia atrás, verás cuánto has cambiado desde que eras un bebé: físicamente, cognitivamente, emocionalmente, en tu forma de estar en el mundo.
¿Por qué íbamos a pensar que un cambio de conducta —uno profundo, que transforme nuestra vida y nos acerque a quienes queremos ser— sería rápido o indoloro?
No lo es. Y no tiene por qué serlo.
Así como necesitaste alimentarte para crecer, asearte para mantenerte sano, vacunarte para evitar enfermedades, acudir al médico cuando algo no iba bien…tu desarrollo personal requiere exactamente lo mismo cuidado, constancia, disciplina, y sobre todo, tiempo. Cambiar implica esfuerzo. Implica fijar un objetivo realista, asumir tus límites, reconocer tus capacidades, respetar tus ritmos y aprender a sostener emociones que a veces preferirías ignorar.
Duele porque confronta.
Duele porque transforma.
Duele porque crecer siempre duele, incluso cuando ya no eres un niño.
Pero dentro de ese dolor hay algo más: la posibilidad de reinventarte, de construir una versión más honesta de ti mismo, de recuperar la confianza, de sentirte bien en tu propia piel.
No es inmediato. No es mágico.
Pero sí es real. Y vale la pena.
Cambiar es para los que tienen coraje de asumir
el dolor del crecimiento.
Y que no se te olvide:

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